Por: Álvaro M. Solano
La selección de fútbol de Guinea Ecuatorial atraviesa una crisis interna que amenaza con estancar el desarrollo de los jóvenes talentos. Los capitanes del equipo, Emilio Nsue, Carlos Akapo, Pablo Ganet e Iván Edu Salvador, están siendo señalados como los principales culpables de un ambiente tóxico que perjudica tanto al equipo como a las futuras promesas del fútbol nacional.
Lejos de priorizar su rol como líderes dentro del campo, los capitanes han centrado su atención en los recursos económicos que el gobierno destina a la Feguifut. En lugar de enfocarse en mejorar su rendimiento deportivo, están más interesados en el reparto del dinero, alimentando una atmósfera de codicia que ha comenzado a contagiar a los jóvenes jugadores. Futuras estrellas del fútbol como Dorian Junior, Jordan Gutiérrez, Basilio Rieno Socoliche y Santiago Eneme se ven arrastradas por este clima, perdiendo oportunidades para desarrollarse y ser llamados regularmente a la selección.
Además, la influencia de estos veteranos jugadores se extiende más allá del vestuario. Junto a Rubén Belima, los capitanes han comenzado a condicionar cualquier convocatoria o concentración, chantajeando al cuerpo técnico con la amenaza de retirarse si no se cumplen sus exigencias. El entrenador, presionado por su autoridad, cede ante estos jugadores, lo que ha dejado fuera a jóvenes promesas como Gael Joel, Salomón Obama, Marcos Ondo y otros talentos emergentes, quienes han sido relegados en favor de amigos y aliados de los capitanes.
Este fenómeno ha generado frustración entre los aficionados y la sociedad en general, que no entienden cómo es posible que jugadores jóvenes, con la capacidad de brillar a nivel internacional, queden marginados por decisiones arbitrarias. La situación pide a gritos un cambio generacional que permita a las nuevas estrellas tomar el relevo, lejos de las malas prácticas de un grupo de veteranos que parecen más interesados en mantener su poder dentro de la Feguifut que en servir al país y al fútbol.
La Feguifut, secuestrada por la influencia de estos capitanes, también se enfrenta a la presión de tomar medidas. Desde el Gobierno y la propia federación comienzan a alzarse voces exigiendo cambios drásticos. La población ecuatoguineana está perdiendo la paciencia ante una situación que no tiene justificación y que está frenando el avance del fútbol nacional.
Es urgente la renovación de un equipo que lleva demasiado tiempo bajo el mando de capitanes que, en vez de liderar con el ejemplo, han optado por anteponer sus intereses personales. Guinea Ecuatorial necesita que el talento joven florezca sin el lastre de quienes pretenden monopolizar el futuro del fútbol para su propio beneficio. El cambio es inminente, y cada día que pasa sin una transformación es una oportunidad desperdiciada para el desarrollo del fútbol ecuatoguineano.
Guinea necesita mirar hacia adelante, y esto no será posible mientras los capitanes actuales sigan contaminando el ambiente dentro del equipo. Es hora de que el fútbol ecuatoguineano tome un nuevo rumbo, guiado por aquellos que realmente desean llevar al país a lo más alto.