La práctica deportiva debe ser habitual entre los más pequeños. Los padres son responsables de crear en sus hijos un hábito que les ayuda a mantenerse sanos y equilibrados y les reporta unos beneficios psicológicos y sociales. Pero muchos padres se preguntan qué deporte elegir. Todos los deportes son buenos y positivos, pero la natación está considerada por la mayoría de expertos como el más completo y una excelente opción para practicarla durante todo el año.
«La natación posibilita desarrollar de forma simultánea la mejora de dos cualidades físicas básicas fundamentales para las persona y muy relacionadas con la salud, como son la resistencia cardiovascular y la fuerza muscular», señala la Dra. Raquel Pedrero-Chamizo, del Grupo de Investigación ImFINE. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte-INEF de la Universidad Politécnica de Madrid. «Además, cabe destacar que otras capacidades tales como la coordinación, la agilidad, la velocidad y la flexibilidad, fundamentales para el día a día de las personas, también son desarrolladas con esta actividad», añade.
En lo que coinciden todos los expertos es que la natación es el deporte ideal para practicarlo de pequeño porque tiene múltiples beneficios para su desarrollo físico, social y psicológico. Además, permite a los niños mejorar su equilibrio, su coordinación y su conocimiento del espacio. Eso sí, cualquier niño o adulto que quiera iniciarse en la natación debe hacerlo «trabajando de forma adecuada y con los técnicos adecuados», advierte Gosálvez. «Hay mucha gente que se pone a nadar sin tener condiciones técnicas y acaba haciéndose daño».
Al nadar se mueven todos los grandes grupos musculares, se realizan ejercicios sin impacto, se mejora la resistencia, es beneficioso para el corazón y reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. También mejora la postura corporal, estimula la circulación sanguínea y desarrolla la flexibilidad. Además, a nivel psíquico, ayuda a mejorar los estados de ansiedad y depresión. «Desde un punto de vista puramente fisiológico y de la competición, es un deporte que requiere del entrenamiento de todas las vías energéticas que el cuerpo humano puede desarrollar. Desde los ejercicios rápidos y explosivos, hasta aquellos que conllevan largos minutos de nado continuo, para el trabajo de las diferentes formas de entrenamiento aeróbico. En todas las pruebas de natación encontramos una salida (velocidad de reacción, fuerza explosiva), un trabajo de potencia -para los primeros momentos de la prueba-, y un trabajo de resistencia para la mitad y final de la prueba. Cada décima es vital. Un error en la preparación de cualquiera de estas cualidades marca la diferencia, por lo que un nadador no puede dejar ninguna de ellas sin entrenar», añade César Simón.
Cuando se nada, en cualquiera de los estilos «se debe activar toda la musculatura corporal, es decir, trabajarían todas las partes de cuerpo (brazos, piernas y tronco), con mayor implicación de unos grupos musculares con respecto a otros o en función del estilo de natación empleado», aclara la doctora. «Además, es importante destacar el desarrollo de uno de los músculos principales en nuestro organismo, como es el corazón.
Aprendizaje temprano
Como todo aprendizaje, la mejor edad para empezar con la natación es de pequeños, porque cuanto más tarde se empiece peor asimila el cuerpo «la marea de sensaciones que se tienen cuando uno entra en la piscina por primera vez», señala César Simón. La matronatación permite «que el niño afronte junto a su madre o padre el miedo que crea el agua por primera vez. Ellos les aportan seguridad y refuerza enormemente la confianza de los niños hacia sus progenitores». «El niño debe conseguir la supervivencia y la seguridad en el agua y la mejor edad para hacerlo es hasta los tres años», añade Moisés Gosálvez. «Cuando intervienen el padre o la madre en la enseñanza se aprovecha el vínculo afectivo y no hace falta hacerlo en una piscina, ya que incluso en casa se puede empezar la adaptación al agua en el momento del baño», señala el técnico y es nadador olímpico en Moscú 1980.
Sin embargo, cuando se afronta la aventura de aprender a nadar, sea a la edad que sea, hay que ser consciente de que se debe ser capaz de hacer cosas tan complicadas para el cuerpo humano «como invertir el sentido de la respiración. Esto es, coger el aire por la boca y soltarlo por la nariz», apunta César Simón. Pero esa adaptación al agua va más allá porque además de la supervivencia en el medio, «no debe sentirse incómodo con la sensación del agua en contacto con las mucosas o en los oídos, debe ser capaz de abrir los ojos debajo del agua, debe aprender a expulsar de manera regulada la cantidad de aire que escapa de la nariz cuando se encuentra sumergido bocarriba, para que el agua no inunde sus fosas nasales», añade el técnico del CD El Valle. Pero los retos del nadador van más allá, como «realizar un batido de piernas, que implica un movimiento biomecánico diferente al que se realiza cuando andamos o corremos, a mantener una posición estable basada en el control de la flotabilidad, a realizar los movimientos adecuados, que permitan el desplazamiento en el agua y, la más básica de todas, a no tragar agua o más importante aún, no entrar en pánico, cuando esto sucede». Y todo esto se debe aprender a hacer de manera inconsciente y automatizada.
Otra cosa es cuando hablamos de natación de competición. Muchos padres apuestan por la natación como actividad extraescolar, primero, y como competitiva, después. «Una de las cosas que trato de recalcar a los padres de los niños quecompiten es que no puedo asegurarles que su hijo sea la próxima Mireia Belmonte o el próximo Rafael Muñoz, pero van a aprender a nadar de la mejor manera», confiesa César Simón. Algo vital en la sociedad actual en la que el agua se ha convertido en un medio de ocio y salud asentado.
Natación terapéutica
Una vez dominado el medio acuático, la natación tiene enormes beneficios para la salud y es utilizada en procesos de rehabilitación y terapéuticos. «Mucha gente necesita meterse en una piscina para solucionar unos problemas de salud en la edad adulta pero se encuentran con el hándicap de no saber nadar y supone un problema», se sorprende el técnico del club madrileño. De haber aprendido en su día, su paso por la piscina hubiera sido casi un trámite, pero se acaba convirtiendo en un reto más añadido a sus problemas de salud. «Los médicos tienden a recomendar la práctica de actividades acuáticas para las personas que padecen algún problema funcional, osteoarticular, o cuando se acaba de salir de una lesión para la mejora de la fuerza muscular de la zona afecta», señala la doctora del Grupo de Investigación ImFINE. «El motivo es simple, el medio acuático permite realizar ejercicio físico en un estado de ingravidez, donde el cuerpo flota y no pesa, liberando de tensión a las articulaciones y realizando ejercicio sin impacto articular».
Por eso los profesionales inciden en la importancia de «aprender a nadar desde pequeños». «Para hacer un trabajo rehabilitador hay que hacer un aprendizaje previo que es muy importante que lo haga en estas edades. Si una joven tiene escoliosis y el médico le dice que haga natación, pero no tiene habilidades de natación, primero tendrá que hacer el proceso básico de aprendizaje antes que la natación terapéutica», incide el director de la Escuela Nacional de Entrenadores y toda una institución en la formación de este deporte.
Pero más allá de los beneficios físicos que tiene la natación, un estudio publicado en el National Center for Biotechnology Information (NCBI) señalaba que nadar, al igual que otros ejercicios, reduce los síntomas de la ansiedad y la depresión. Estas mejoras en el estado de ánimo se producen por un aumento considerable de la circulación sanguínea en el cerebro y sus efectos en el denominado de forma científica «eje hipotalámico-hipofisario-adrenal» (HPA), parte esencial del cerebro que controla el estrés y, por lo tanto, ayuda a su reducción no solo social sino también el estrés físico. De hecho, los niños que la practican de forma habitual o están en un equipo y pasan muchas horas en el agua, llegan incluso a tener sueños en los que en vez de ir a los sitios andando van nadando por el aire. «Está claro que las sensaciones que provoca el agua tienen un impacto emocional subconsciente fuerte para que algo así suceda», señala Simón.
Otro de los beneficios psíquicos o sociales de la natación es que hablamos de un deporte de equipo, a pesar de que se tienda a confundir el compañerismo con el trabajo en equipo. Incluso hay quien señala que los nadadores «no tienen valores de equipo», algo ante lo que se revelan los entrenadores: «No hay que confundir, la necesidad de coordinarse con los compañeros, para ganar un partido de futbol -por ejemplo- , con el sentido de compañerismo, que se crea, entre los miembros de un equipo».
La natación crea un enorme sentimiento de empatía hacia el compañero que está sufriendo en el agua, durante una prueba. «Solo así se pueden explicar los gritos de ánimo, los abrazos y las lágrimas de algunos, cuando su compañero de equipo ha terminado una prueba, y corre a su lado cuando ha finalizado de nadar, para estar junto a él o ella», señala César Simón. Porque, como recalca Moisés Gosálvez, la natación es «un deporte individual y con metas individuales, pero el nadador no se entrena solo. Suele hacerlo con un equipo, con un grupo que le permite tener un entorno sociológico y afectivo».